martes, 30 de diciembre de 2003

El secreto del hombre perfecto

Paloma Vivero Oses (Finalista Certamen Acumán 2003)

El hombre se vanagloriaba de su correcto proceder. Podía asegurar que durante toda su vida había actuado en la forma adecuada. Resultó ser un buen estudiante, obedeciendo a sus mayores; se esforzó por encontrar un trabajo adecuado; llegó casto al matrimonio; convino con su esposa el número idóneo de hijos para atenderlos de la mejor forma posible. Merecía en suma los calificativos de íntegro y honorable, pero esa apariencia encerraba un secreto. Una vez al año el hombre se alejaba con algún pretexto del hogar y cometía una tropelía. Voluntaria y conscientemente contrariaba las normas establecidas. Podemos citar por ejemplo que pisoteó con saña el césped del parque; que telefoneó a un desconocido profiriendo inconveniencias; que desorientó a propósito a una persona en cuanto a la dirección por la que le interrogaba. Estimaba estas prácticas, a todas luces desconsideradas, como la válvula de escape que le permitía seguir actuando de forma correcta el resto del año. Y en el momento actual, relamiéndose de gusto por anticipado, contempla el ancho cartel con doradas letras luminosas que se exhibe frente a la ventana del hotel en el que se aloja, mientras acaricia el tirachinas que guarda en su bolsillo.

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