domingo, 16 de noviembre de 2008

Caramelos de anís

Juan Manuel Rodríguez de Sousa (Ganador ex aqueo
I Premio Relato Erótico El Desván 2008)


Ella cantaba, ella abría sus piernas y sus labios. Decidió nunca morir en la arena de una playa; no obstante, decidió vivir para el amor, siempre. Ella. Bañada en chocolate negro, y con cintas de oro en sus muñecas, y su alto cuello. Él, él siempre allí… Siempre, casi todos los días, el viejo andorreaba por el barrio, en busca del sexo escatológico de la noche. Recorría las paredes rojas, forradas en telilla roja. Sus ojos, negros, se fijaron en sus poros, negros. Ya se conocían. Ella, gastada en el burdel como un mantel y él, usado por la vida. Antes, eran jóvenes. Quizás menos felices, pero eran jóvenes. Él se presentaba cada día, envuelto en anís aroma y con los bolsillos rellenos de caramelos. Caramelos de anís. En su espera, ella ansiaba el sabor de anís, sin embargo por dinero. Si hubiera podido, gratis. Cuando el sexo claudicaba al fin, comenzaba el amor. Durante solo unos minutos él la miró, y ella era ciega. No ver significa sentir más. Y engañarse mutuamente en ciertos menajes. Dime, ¿quieres resbalar tu lengua por mi caramelo de anís? Pues claro, vacíate los pantalones. Se los vaciaba, lentamente y de repente, el olor a su fábrica de anís envolvía la estancia de rojo oscuro. Antes de llegar a ella, él, desnudo completamente, iniciaba el juego. Ya solo quedaba una prenda que quitar: el dorado envoltorio de aquella onza chocolatina con forma de mujer. Ella, ciega, rodeaba sus senos como agitándolos para darle firmeza; mientras, él era entrometida lluvia en la tierra negra de una selva, y su cuerpo se perdía y desfogaba con la repetida acción del deseo carnal. Las paredes retumbaban rojizas.

Un día, llegó triste. Le habían despedido de la fábrica de anís. Ella lloró, pero después del llanto, una sonrisa envolvió su rostro. Estoy vieja, me han dicho que ya no sirvo.

Desde entonces, los dos fueron tierra y agua, se consumieron entre los fluidos bacanales, ultimando sus últimos segundos vitales y gratuitos, que sí concedieron una segunda oportunidad para el amor.

2 comentarios:

Felisa Moreno dijo...

Oye, ¿desde cuanto existe este blog? Estas cosas se avisan, profe.
Pues nada, adelante, espero que Desvaneros tenga muchas visitas y comentarios. Por lo pronto yo lo agregaré a mis favoritos.

Besos
Felisa

El desván de la memoria dijo...

Es que realmente todavía no existe. Vamos, que has entrado en un edificio que aún está en obras. Es raro que no te hayas encontrado a los fontaneros echando tubo y a los albañiles levantando ladrillos.
Da igual, acomódate y espero que disfrutes tu estancia; ya sabes que esta casa es también tuya.