sábado, 16 de mayo de 2009

Sábado de Mercedes. La ventana indiscreta

Paola del Campo

Mi pasado, como diría Machado, son recuerdos del caserío de mis abuelos. Me crié entre gruesos muros de piedras y numerosas ventanas que daban al norte, al sur, este y oeste; aquellas ventanas iban formando parte de mi vida como el transcurso de las estaciones lo forman del año.

Eran tiempos felices, llenos de paz y armonía. El tiempo, mi tiempo, pasaba sin pausa, sin prisa por aquellas ventanas; subida en sus anchas repisas veía discurrir la vida del pueblo y cada uno de sus habitantes. Con los ojos bien abiertos, no dejando perder ningún detalle, desde esas ventanas miré al mundo y a través de ellas los recuerdos se fueron acomodando en mi alma.

En verano siempre me encontraban en una de las dos ventanas de la cocina, la que daba al norte, en esa época siempre escogía esta pues el aire de la mar entraba por ella y hacia más llevadero el calor del verano. El caserío de mis abuelos se encuentra situado al lado del camino que atraviesa el pueblo, ese camino era su aorta, su columna o su cimiento.

¿Qué ves, hija?, solía preguntarme mi abuela.
A Irene la lechera, mama -mi abuela nunca nos dejo llamarla abuela-, sube con la burra y las cacharras vacías. ¡Mira mama! Ya viene papa con las vacas.

Yo saltaba de la ventana y corría al encuentro de mi abuelo; éste me subía en volandas y me hacia aterrizar en los lomos de alguna vaca, así hasta meterlas en la cuadra.

Aquella ventana era olvidada en invierno, el viento del norte soplaba entre sus rendijas con ráfagas cadenciosas y los sueños que en ella vivía tuvieron que esperar la llegada de un nuevo verano.

Son las ventanas de mi pasado las que ahora abro, vuelvo a mirar por ellas y siento añoranza por esas cosas simples que formaron parte de mi ayer. Estoy en mi cuarto, es el que tiene la ventana más grande, da al oeste; nunca imaginé la importancia que con los años tendría esa ventana en mi vida, mirando por ella no me daba cuenta que veía al hombre que formaría, con el pasar de los años, parte de mi vida.

La ventana daba a un campo llano donde los chavales del pueblo jugaban al fútbol, aquellos momentos los pasaba observando a través de las cortinas, visillos que impedían al mundo exterior saber qué ocurría tras aquellos cristales.

Eran años donde los niños y las niñas no podían estar juntos, años de imposiciones; los chicos en su mundo, las chicas en otro bien distinto creado solo para ellas. Aquella fue la única ventana indiscreta que hubo en mi vida, aquellos chavales jugaban ajenos a mis miradas, los años fueron pasando y los niños dejaron de serlo y yo crecí al mismo tiempo, aquellas ventanas fueron los visillos de mis sueños, los recuerdos que iban llenando los rincones de mi alma.

Cuando cierro mis ojos la remembranza aflora en mi mente, aquellas ventanas me hicieron soñar y hoy, al retroceder en el tiempo y abrirlas, puedo sentir la primavera en mi cara o el invierno con su lluvia que rozaba con ternura queriendo lavar con su agua la melancolía que anidaba: los vecinos en su discurrir por el sendero del pueblo, la ropa tendida a secar al verde, el olor de la gente, el olor de mi pueblo… los rayos del sol y el bálsamo de oler a tierra mojada.

Desde estas ventanas divisé lo humano y lo divino, lo real y lo ficticio, encontré días de sombras y otros de luces, aprendí con el tiempo que todo lo vivido, todo lo que mis retinas fueron asimilando dependió mucho del ángulo con que yo lo miraba. Desde aquellas ventanas el cielo era de un azul intenso, las estrellas bailaban, descubrí la luna más bella cuando me di cuenta de que estaba enamorada.
Hoy al abrirlas de nuevo recuerdo de donde vengo… recuerdo mi casa.
Nunca fueron ventanas indiscretas, fueron… las ventanas de mi alma.

Súbete al bus del sábado y lee más relatos en el blog de Casandra:
http://ranchoparte.blogspot.com/

24 comentarios:

Alfredo dijo...

...Relato impecable, que te lleva de la mano por un tiempo de nostalgias y recuerdos, pausado, con dos ventanas, una, la que da al norte y por la que entra el Mar, la otra, vestida con visillos que te escondian de un futuro inevitable.

Se nota el Taller, felicidades

Un abrazo

Any dijo...

Hermoso texto, lleno de recuerdos y de nostalgia. Me gustó lo del paseo en vaca que te daba el abuelo, que ternura!
Y también me gustó la reflexión final, quedó claro que esas eran las ventanas de tu alma.
Es una de las cosas que mas me ha gustado leer en este sábado, te mando un abrazo

Celia Álvarez Fresno dijo...

Un realto muy bien narrado. Transporta a esos lugares del entonces.
Un abrazo

chonoman dijo...

Gracias a todos, el caserío existe, esta viejito pero se mantiene en pie.
Solo deje aflorar parte de mi niñez.
Un besote.
Paola.

balamgo dijo...

La mirada atrás hacia el pasado, siempre es enriquecedora. Un magnífico relato con una intensidad arrolladora.
Un saludo.

josé rasero dijo...

Lo pasé genial leyendo. Muy bien puestas las palabras. Saludos

Carmina dijo...

un bonito y muy bien escrito relato, que me ha recordado mi infancia en un piso esquinero, situado en la arteria principal del pueblo, años mas tarde al casarme me instale de nuevo en el, habia una ventana enorme desde donde cuando era pequeña divisaba toda la actividad de la gente, el ir y venir de los coches, la gente animada paseando o corriendo con sus multiples quehaceres cuando nacieron mis hijos pasaron tambien muchas horas tras esas ventanad, entretenidos con la frenetica actividad qeu se vivia en nuestras calles... A mi esa ventana me devuelve a mi infancia... y tu relato me ha hecho recordarlo

Mimí- Ana Rico dijo...

No se qué tienen los visillos, esa palabra me encanta, los tuyos nos devuelven el tiempo atrasado y nos permiten mirar a través de tus ojos

Anónimo dijo...

Hermosos recuerdos relatados exquisitamente, lindo lindo y nostálgico.

Besos.

Lupe dijo...

Hola Paola.

Un relato intenso en sentimientos y añoranzas. Recuerdos del ayer que siguen presentes en el hoy con fuerza.

Un abrazo.

Maat

M.A dijo...

Muy bueno tu relato, Paola.
Un abrazo.

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Un relato muy bien escrito, Paola, en este Sábado me estoy encontrando con textos muy pulidos (por ahora) y este es uno de ellos. Me ha gustado la añoranza que desprende el texto.

Un beso,
Juanma

Felisa Moreno dijo...

Has jugado con la ventana para reconstruir parte de tu infancia y te ha quedado muy bien. Enhorabuena Paola.
Un beso

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Paola, que bonitos recuerdos. Es verdad que a través de las ventanas vemos un mundo que va cambiando a la vez que nosotros, y nos hace meditar sobre la vida.
Precioso Paola. como todo lo que escribes.
Un beso

Nancy dijo...

Qué forma de beberte tu entorno a través de la mirada. Qué manera de asimilar la vida con los ojos. Y qué forma más pura de recordar. Me encanta tu escritura.

Anónimo dijo...

n0 se de d0nde s0n ( me refier0 a si s0n de puebl0 0 de ciudad, a d0nde m0ran ah0ra, p0r l0 mne0s a es0) l0s demas c0mpañer0s de este viaje. per0 y0 s0y de puebl0 y viv0 en un puebl0. aunque vivi en la ciudad.ycre0 que p0r es0 quiza me sepa este relat0 a gl0ria. cre0 que quiza p0r es0 entiend0 y ve0 sin esf0rzarme apenas.
y sin embarg0, sabes, pa0la, a veces n0 percib0 la belleza y la simplicidad y la calma de mi puebl0.
a veces.
ahh, y es que ademas s0y de cuand0 n0s separaban entre chic0s y chicas. per0 apenas si l0 recuerd0. pues mi mem0ria es un desastre..
gracias, pa0la.

Teresa Cameselle dijo...

Describes las ventanas como si en realidad fueran fotografías en un álbum, del que vas pasando las páginas para recordar tu vida.
Bonito.

Anónimo dijo...

Que bello paseo por las ventanas de tu alma...
Precioso relato, las imagenes tan claras...
Me encantó!!
Besos!!

chonoman dijo...

Gracias a todos en general y a cada uno de vosotros en particular.
Soy de pueblo y como dice mi marido más que las amapolas, vivo en un pueblecito antaño de vacas, ahora con urbanizaciones de lujo, cerquita del mar y a quince minutos de la ciudad.
Este relato es mi niñez, puede que este sea el motivo de su transparencia, escribí un recuerdo.
Gracias Casandra por esta propuesta me hiciste bucear en mi alma.
Besotes.
Paola.

mar... dijo...

Precioso viaje a las ventanas de tu infancia que me han recordado a mis veranos en el pueblo de mis abuelos con sus vacas
Un saludo de Mar

Soledad Sánchez Mulas dijo...

Un relato perfecto. Impactante tus ventanas.

Un beso.

Soledad.

Anónimo dijo...

DICES EN MI C0MENTARI0 DEL SABAD0...N0 TENG0 UNA VECINA ASI MAS 0 MEN0S...PUES EN VEZ DE VENTANA, P0NTE UN VECIN0...JAJAJ...
DISCULPA LA BR0MAMAMAM.

Anónimo dijo...

las ventanas que miran hacia atràs, no siempre me han pedido su permiso.
Pero leo, lo que has puesto y me viene a mì lo bueno.

Un saludo

Dorotea dijo...

Llego muy tarde a tu parada, Paola. Hace días ya que el blogbus descansa en el garaje. A veces hay que recorrer el camino andando. Me ha gustado mucho el detalle de la ventana para el verano y la otra para el invierno, los muros gruesos y la diversión sencilla de observar quién pasa por el camino.
Un abrazo.