lunes, 4 de enero de 2010

El Diletante. A voz en grito




Envueltos


En la Baja Sajonia germana, en la Rochelle francesa y en el territorio patrio comemos, comen (yo no, y no por falta de ganas, que me chiflan, sino por falta de arrestos pecuniarios), con verdadero deleite unos alevínes de anguila, que no suelen pesar más de un gramo, conocidos con el nombre de angulas.

Todavía en la piel de toro muchos golosos disfrutan de quesos pletóricos de mohos, como los de Cabrales, y desplazándonos siempre hacia el sol naciente, en Cerdeña se regodean con el Casu Marzu, un queso infectado de larvas vivas de insectos. Los gusanos translúcidos tienen hasta ocho centímetros de largo y pueden saltar hasta quince centímetros, por lo que es conveniente protegerse los ojos mientras se degusta el manjar.
En Irak disfrutan con el Pacha, la cabeza hervida de una oveja de la que en poco tiempo los comensales sólo dejan el hueso mondo y lirondo, y en Filipinas se festejan con los envueltos. Envuelto, en filipino balut, es un huevo de pato ya fertilizado, con su embrión dentro, que se cuece en agua y se mastica como si de un huevo duro se tratase. Este plato nacional suele acompañarse de cerveza y es supuestamente afrodisíaco. A los extranjeros no acaba de entusiasmarnos el encontrar en la boca uñas y protohuesos del nonato, pero el éxito del bocado entre los muchachos indígenas es extraordinario. Las prostitutas aseguran que el balut les confiere más alegría y mejores prestaciones en su trabajo. Envueltos, o descubiertos, los humanos no tenemos punto de desperdicio.
El Diletante

1 comentario:

Mercedes Pinto dijo...

Pues sí, el paladar es algo que se educa y adoctrina, de manera que se desarrollará dependiendo de las enseñanzas de cada cultura. Lo curioso es cómo nos espantamos de lo que comen otros y lo nuestro nos parece exquisito. Pues con todo igual, nuestra intolerancia no tiene límites, esto es un simple ejemplo.
Saludos.