domingo, 12 de septiembre de 2010

Vaya por Dios, por Enrique Sánchez Elvira

¡Vaya por Dios!

Dice Stephen Hawking: "Dios no fue necesario para crear el universo". Y uno traga saliva y separa el cuello de la camisa para engullir semejante argumento. Y no porque esta teoría no sea compartida por muchas personas, sino porque la dice uno de los científicos vivos más importantes.

Decir, como dice, que mediante las leyes conocidas de la física se explica el origen del universo, es como decir, que la vida, la nuestra, ha sido espontánea y repetible. Que las condiciones especiales para la vida que se producen en nuestro sistema solar y en nuestro planeta, son por tanto, sólo eso, condiciones; que según la ley de probabilidades se estarán repitiendo en millones de planetas, de millones de soles, de este finito inabarcable donde habitamos. Y que no somos el proyecto de un arquitecto, porque la condiciones de otros planetas no son iguales; por ejemplo, hay planetas que no giran alrededor de una estrella.

Hace poco leí también que el infierno, desde las leyes de la física, era imposible que existiera, lo cual fue un alivio. Ya que, según decían, o bien este se extinguía por falta de combustible: almas; o bien debería de crecer exponencialmente debido a la continua entrada de las mismas, pues todos somos pecadores en algún precepto, al no practicar a la vez la tres religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islamismo. Y por tanto esta ingente entrada de combustible lo haría explotar. Porque uno puede ser muy ateo o agnóstico o lo que queráis, peor anda que si estamos confundidos y cuando morimos nos llega un anciano con barba blanca, San Pedro, y nos pide cuentas de nuestras andanzas. Claro que peor lo llevarían los creyentes de cualquier religión, esperando recibir el premio del paraíso, y lo que recibes es una reencarnación en otro espacio-tiempo para repetir la misma vida eternamente, como cualquier día de la marmota.

De un tiempo a esta parte los científicos andan “jodiendo” al personal con sus teorías y discernimientos, como esa de que en breve podría existir una droga para el amor, para el enamoramiento, vamos. Es que no paran.

Calmado el alma en cuanto al castigo por no ser “bueno” y esperando que todavía tarde en llegar la droga para el amor, voy a llamar a mi chica, que la veo un poco triste últimamente, y la voy a proponer que practiquemos eso que nos han dicho desde hace tanto tiempo: que el amor da la felicidad; no vaya a ser que aparezca por ahí un científico que apueste por la abstinencia sexual o el onanismo, amparado en que el compartir tu vida con otra persona esté en contra de alguna ley universal desconocida.

E.S.Elvira.

4 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Estimado Enrique, en lo que dicen los científicos existe más lógica que lo que dicen las religiones. No vamos a sumirnos en el cientifismo a ciegas por más pensante y demostrativo que sea, ya que, además, toda teoría científica está expuesta a ser rebatida hoy o mañana, eso lo admiten los científicos.
Me siento cómoda sin infiernos, sin pecados, que cada cual disfrute a su manera, no hacen falta métodos científicos para ello, incluso el onanismo, la abstención del sexo, o todo lo contrario, resultan opciones libres y respetables, sin embargo la pedofília tan extendida y ahora destapada, merece el tratamiento de la ley sin excepciones. !Vaya por Dios! vaya por los dioses o vaya por mi cuenta, sin ellos. Otro clase de religión es la ciencia, tampoc veo que convenga acatarla de rodillas, pero por lo menos se somete a contínua prueba y no dicta códigos morales, ni acepta un amén por respuesta.
Interesante reflexión, Enrique !Salve!

Enrique del Álamo dijo...

Gracias Natalia por tus palabras. Básicamente comparto tus opiniones: no soy seguidor de nadie, más bien receptor, pasándolo por mi filtro, de todo.

Francesc Cornadó dijo...

Ni siquiera como hipótesis necesaria. Nada de nada.

De haber existido hubiera muerto de verguenza por haber creado al hombre.

salud

Francesc Cornadó

Francesc Cornadó dijo...

Benvenido como seguidor de mi blog.

Salud

Francesc Cornadó