sábado, 22 de agosto de 2009

Ciencia cuentista. Sábado literario.



Paola del Campo

En 1867, el estadounidense Sylvestre Howard Roper inventó un motor de dos cilindros a vapor (accionado por carbón), esta puede ser considerada la primera motocicleta.
En 1885, Wilhelm Maybach y Gottlieb Daiimler construyen una moto de madera de cuatro ruedas y motor de combustión interna.
En 1894, Hilderbrand y Wolfmuller presentan en Alemania la primera moto que fue fabricada en serie y con un fin: comercializarla.
A veces me pregunto si esta gente fue capaz de ver lo que su invento supondría para la vida de muchísimas familias, como marcarían un antes y un después en la Humanidad. Corría el año 1954 cuando en Eibar, municipio de Guipúzcoa, se pone marcha una cadena productiva de motocicletas Lambrettas, la siempre conocida como “La eterna segundona”. Bonita aventura industrial que a lo largo de 36 años significó mucho más que una simple producción fabril, significó la extensión a España de la sana rivalidad que en Italia enfrentaba a Lambrettistas y Vespistas…
Los años cincuenta dejaron paso a los sesenta y a la puerta de mi familia llamó una Lambretta. Para bien o para mal -siempre lo primero-, este artilugio o medio de locomoción pasó a ser una parte muy importante en nuestras vidas, convirtiéndose en un engranaje primordial de la historia de una familia media en unos años que poco a poco dejaban de ser difíciles.
1963
Aquel día mi padre venía contento, se acababa de comprar una moto; mejor dicho, una Lambretta. En casa hacía falta, ya que mi abuela nos llevaba en el seiscientos a mi abuelo, a mis hermanos y a mí, y no quedaba sitio para mis padres.
A la puerta del caserío estábamos todos; bueno, yo era un renacuajo que no levantaba un palmo del suelo, mi madre me tenía aúpas. A mi padre la sonrisa no le cabía en la cara, nos miraba a todos esperando los comentarios de su mujer y suegros. Mi abuelo, rastrillo en mano, iba camino del campo cuando llegó mi padre, se detiene y mira de hito en hito primero la moto, luego a mi abuela y después a mi padre. Yo creo que pensaba que si su mujer sabia conducir un cacharro con cuatro ruedas, él podía intentarlo con aquel de dos; de esta manera demostraría a unos cuantos, pero sobre todo a él mismo, que no era tan tonto. Es que mi abuelo siempre endiosó a su mujer.
Mi padre intuyó lo que los ojos de mi abuelo hablaban; aunque de la boca de éste no salía palabra:
-¿Josetxu, quiere probar a llevarla? -le pregunta mi padre.
-¿Hijo, esto es fácil de manejar?, mira que yo solo estoy acostumbrado a la burra.
Mi abuelo, que se hacia todos los días dieciséis kilómetros andando para ir de casa a la fábrica y de ésta a casa.
-Mire -le decía mi padre-, tiene cambio manual, controlado con el puño izquierdo; mientras se sujeta el embrague, situado en el mismo puño, selecciona entre las 4 velocidades, la primera arriba y las demás bajo, sólo girando el puño. Para frenar, este pedal; y no te preocupes, que al arrancar produce cierta cantidad de humo.
La cara de mi abuelo es un poema, mi padre resume la explicación:
-Aquí acelera y con este frena, solo tiene que seguir el camino.
-Voy a probar.
-Joseee -le dice mi abuela mientras menea la cabeza.
Mi abuelo se monta en la moto, la pone en marcha y acelera…
Sanfuentes era en aquel tiempo una aldea de caseríos; Pilar barre la entrada de su casa, el Rubio cava en la huerta, las matelas intercambian unos comentarios en el portón de su cuadra, Lucí va por el camino hacia el caserío de su hermana Pilar…, las vacas pastan en el campo.
Mi abuelo comienza su carrera desenfrenada por el camino de la aldea, se agarra fuertemente al manillar de la moto:
-¿Cómo se apaga estooooooo? -grita en su loco discurrir por la aldea.
Mi abuela no sabe si reír o llorar, mi madre me agarra tan fuerte que tengo la impresión de ser yo quien va en la moto. ¡Mi padre. Ay, mi padre!, corre como un loco detrás de mi abuelo. No sé qué le dolía más, si mi abuelo o la moto.
-Victoooor, para este cacharrooooo.
-Al jaro, al jaro -gritaba mi padre mientras intentaba alcanzarle.
-Al jaro, José, al jaro -gritaba mi abuela.
Pilar deja de barrer, el rubio de cavar, las matelas no se lo pueden creer y Lucí se mete de un salto en la cuneta del camino, las vacas levantan la cabeza y miran a mi abuelo pasar mientras rumian despacio la hierba, sus grandes ojos no dan crédito a lo que ven, alguna menea la cabeza y un mugido sale de otra, los gatos se agazapan y los perros esconden el rabo.
Y al jaro fue mi abuelo y si le dicen contra la pared de la iglesia pues contra ella se va. El jaro paró la primera y última carrera en moto de mi abuelo.
Con el orgullo lastimado -creo yo que estaba más lastimado él, pero no dijo nada-, mi abuelo se levantó, miró a mi padre y comenzó a andar hacia el caserío, cogió el rastrillo y le vimos ir a la era a remover la hierba segada.
Nunca volvió a montarse en la moto ni se mentó jamás el tema. Ahora que ya no está, mi padre lo suele recordar y todavía hoy se escapan las lágrimas de la risa que nos da.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto tu relato, a la vez de informativo, gracioso, me imagine a tu pobre abuelo sin saber que hacer con la moto.

Besitos, buen finde.

Misk dijo...

Toy imaginando la pared de la iglesia jajajaja, a lo mejor quedo grabado el sello familiar, osea tu abu jajaaa. Pobrete
salud

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Muy bueno PAola, me he reído un montón. Me he imaginado perfectamente la escena con la moto correteando por todo el pueblo tranquilo. Me ha gustado mucho,
Un beso,
Juanma

María José Moreno dijo...

Parece que vas en la moto conforme lees el relato. Recuerdos infantiles que sempre nos marcan ¿Reales?
Felicidades Paola por este relato.
Un beso,

Dorotea dijo...

Precioso relato, Paola, que recrea el pueblo, tu gente, la escena... Momentos irrepetibles, inolvidables.
Un abrazo.

chonoman dijo...

Reales y muy reales.
Un gran hombre mi abuelo.
Besotes a todos

Red Cultura San Luis.Com dijo...

Bien Paola...de momentos tuve la impresión de retroceder en el tiempo y recorde exacto la primera vez que me subí a una moto, igualmente lo único herido para mí fué el orgullo y unos cuantos raspones... En lo que corresponde al texto, me parece logrado porque es profuso en imagenes y sensaciones, ¡bien hecho!
saludos desde México!
atte.
Markos

arnao dijo...

Muy bueno el relato. Me ha recordado cuando quise enseñar a andar en moto a la que entonces era mi novia y ahora mi mujer.
Se subió en una mobylette arrancada y le dije: Ahí se acelera. NO paró hasta que se estrelló con un muro.
Desde entonces lo primero que enseño es donde está el freno.

ALIX dijo...

Muy bueno !!!
Saludos desde Bilbao

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Por un moemento, se me ha ocurrido que mañana mismo, me saco yo el carnet.
Pero he visto a tu abuelo que no lo ha controlado y yo tambièn cojo algo de miedo.
Me imagino a esas vacas, que han mirado atònitas a aquel que bien conocen, màs que no dejado de pastar ni por un instante solo. ¡Què momentos estos de infortunio y què historia entretenida!

Tèsalo

Anónimo dijo...

PERD0NA, Y0 CASI ME ME ME00000¡¡¡
N0 HAG0 MAS C0MENTARI0.
MEDI0 BES0

Susurros de Tinta dijo...

Buenísimo, me he reído agusto, me encanta eso de reunirnos y contar anécdotas, enlazar esta con el tema de esta semana, ¡¡¡genial!!!, por cierto, que es un jaro?, ahí me he perdido, espero que fuese algo blandito por el bien de tu abuelo, miles de besossssssss.

casss dijo...

Precioso y divertido relato. Me llevo un poco de risa para el resto del día, y de emoción también, ese toque que siempre le pones a tus relatos y es tan grato percibir.
Un abrazo afectuoso.

Alosia dijo...

...Nada mas que cuentas que tu abuelo se monta en la moto me estaba imaginando lo del jaro y la suplica de ayuda para parar aquel cacharro con rueadas. No me esperaba que se retirase, luego con los aperos a reflexionar y no la utilizase mas.
Muy divertido para nosotros, pero entonces ya pasaron susto y medio con la maquina de marras.
Me ha gustado tu relato.
Saludos. Alosia.