
Decálogo para desarrollar relatos
José Manuel Aparicio
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(Ilustración de Chu)
1. Pensar qué efecto (o efectos) se quiere causar (sorpresa, sonrisa, humor negro, reflexión…)
2. Pensar cómo se van a transmitir (no es conveniente empezar a escribir sin precisar ese efecto)
3. Decidir si el relato se va a focalizar a través de un objeto o si nos centraremos en los hechos.
4. Decidir si se inicia el relato con una frase o párrafo que ponga en tensión desde el principio, o bien mostrar con brevedad el escenario donde van a suceder esos hechos que generan y aumentan la tensión.
5. Determinar con claridad el argumento y la trama (definiendo claramente cuál es la idea principal que mueve el relato).
6. Estructurar inicio, nudo y desenlace.
7. Estructurar los hechos principales estableciendo con precisión el orden adecuado de los acontecimientos, cuya función será causar el efecto deseado.
8. Estructurar la aparición de escena, descripción y resumen, equilibrando su orden y aparición.
9. Elegir el punto de vista y estudiar (antes de decidirse) qué beneficios o desventajas aporta cada visión.
10. Al establecer el punto de vista, aprovecharemos para determinar el tono y el acercamiento del narrador a la historia (cercano, lejano, neutro, testigo, protagonista, omnisciente...).
11. Elegir la palabra que defina el relato en el sentido más amplio (locura, venganza, soledad...). La llamaremos “Palabra Atmósfera”.
12. Crear una lista de palabras cuyos significados guarden relación con la Palabra Atmósfera, que iremos incluyendo en el relato como “puntos de apoyo” para el lector (“descripción dinámica”). Hay que procurar integrarlas en detalles, objetos, personajes, metáforas…
13. Lista de los personajes con breve descripción física, psicológica y su registro lingüístico.
14. Breve descripción de los escenarios.
15 Principio de Máxima Economía: todo aquello que se salga del tema del relato, o que lo ralentice (sino es con intención), hay que eliminarlo. Ir al grano. Es fundamental eliminar todas aquellas palabras, frases, párrafos que, por muy bien que nos suenen, por muy bonitas que sean, no aportan nada a la historia (si se desea, se pueden almacenar en un papel aparte porque a veces pueden servirnos de nuevas ideas para otros textos donde sí encajarán).
16. Una vez escrito el relato, establecer los puntos de aumento de tensión y comprobar que no existan puntos muertos donde la acción no avanza, se ralentiza o se sale de la idea del relato (“progresión narrativa”).
Blog de José Manuel Aparicio:
http://joselondinium-quitandomelaropa.blogspot.com/