lunes, 30 de junio de 2008

La alemana


Mercedes Martín Alfaya
(Finalista Certamen Hispano-Alemán 2008)

Mamá anunció que la niña llegaría el martes. ¿Habla español? Preguntó mi hermana. Pues, claro; su padre es el tío Miguel, contestó mi madre. ¡Ah! El tío Miguel, el de Alemania, recordó mi hermana. Y todos reímos ante la ocurrencia de Carmichi, que protestó enfadada: pues que no se le ocurra tocar mis muñecas.
Mamá y papá fueron a recibir a los tíos, les acompañaron al hotel y nos quedamos con la niña para irla acostumbrando. Una semana después, sus padres volvieron a Dusseldorf. Está muy escuchimizada, dije yo, y mamá me aclaró que era el clima y que por eso la trajeron a España.
Al principio la niña no hablaba; pero enseguida se adaptó. Recuerdo que mamá la llamaba desde la ventana y ella contestaba con su coleta tiesa: estoy aquí, jugando con la Amparito. Y le pedía un pfennig para chuche (que mi madre no sabía lo que era, pero le tiraba un duro y ella tan contenta). La niña fue tomando color y lustre y su madre nos enviaba cartas diciendo que, por favor, no dejásemos que nos llamara hermanas, ni papá y mamá a mi padre y a mi madre. El caso es que le tomamos tanto cariño que ninguno la corregíamos por ello. Y ocurrió que un día, a eso de las seis de la mañana, sentimos unos golpes en la puerta y voces en la escalera. Yo me tapé la cabeza con la sábana sin saber qué ocurría. Y ocurría que a una vecina se le había metido fuego y el humo salía por todas partes. Mi madre nos levantó a todos y tomó a la niña en brazos mientras mi padre nos empujaba hacia la escalera. El incendio se controló pronto y fue más el susto que los daños. De todas formas, mamá ni siquiera lo comentó con “los alemanes”, como llamábamos a los tíos; temía que el incidente asustase a los padres y se la llevaran. A los pocos meses, ellos volvieron a España para ver a su hija y mi madre aleccionó a la pitusa para que no dijera nada del incendio. Los padres llegaron hablando a la niña en alemán, por aquello de que retomara sus hábitos, y la niña miró a mi madre con ojillos traviesos diciendo: ¿ves, mamá? No les cuento que se quemó la casa porque ellos ya no me entienden.

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