viernes, 29 de mayo de 2009
sábado, 23 de mayo de 2009
Sábados de Mercedes. Una historia en Internet
Hoy creo este blog en tu memoria:
Esperando a Lisa.
Nos conocimos en diciembre y quedamos enamorados uno del otro profundamente. Te acababas de separar, diez años de convivencia se habían ido al traste. nos entregamos alma, mente y corazón.
Ha sucedido lo que más temía en la vida y no existen palabras para describir lo que siento. No tengo sosiego para terminar esta agonía, ¿qué hago? Ahora me doy cuenta de que el amor profesado es amor hacia uno mismo, y la ilusión amorosa solo la tuve yo. Te explicaré, Elisa: cuando nos enamoramos, abrimos esa parte íntima, apasionada, espiritual, o esencial, tocamos con nuestro propio ser, con la punta de nuestros dedos, ese lugar tan lejano llamado cielo.
Tus palabras… tus palabras me transmitían calma. Me has enseñado a mirar a los ojos al mundo, me entregaste la luna, el sol y las estrellas; pero todo a través del Messenger... Me dijiste que nadie me quería como tú lo hacías y..., un buen día de mayo; silencio absoluto.
Jamás creí que las relaciones de Internet fueran de verdad, para mí Internet era una mera fuente de información, una máquina donde pasar el tiempo, una ventana para convertir mis horas de hastió en momentos de compañía. No podía concebir la amistad ni el amor a través de una fría pantalla de ordenador pero… me equivoqué.
26 de Junio, acabo de recibir una carta de ella, la primera y única. En ella me pedía perdón por mentirme y no contarme que durante toda nuestra relación ella tenía un novio, lamentaba no haber puesto fin a esta farsa antes y me deseaba lo mejor.
Salió mal y la confianza en Internet se me vino abajo, no volveré a depositar esperanza en unas palabras que alguien deja escritas en la tibieza de una pantalla. Creo que esa relación me marcó mucho más de lo que soy capaz de imaginar. Me enamoré de un espejo propio, encontré la mujer amada, que llenaba la imagen que yo quería ver reflejada en ese espejo. Ahora que no existes, ese espejo se convierte en un espejismo.
Así que daré tiempo al tiempo, seguiré llorando por lo que perdí y lamentaré, por siempre, haber sido tan confiado y pensar que hay gente buena por este mundo cibernético.
Sólo deciros que el tiempo lo cura absolutamente todo...
jueves, 21 de mayo de 2009
Sábados de Mercedes. Una historia en Internet
miércoles, 20 de mayo de 2009
"Expresión Corporal. Arte del Movimiento" de Mercedes Ridocci
lunes, 18 de mayo de 2009
Se nos murió Benedetti
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo
sábado, 16 de mayo de 2009
Sábado de Mercedes. La ventana indiscreta
Mi pasado, como diría Machado, son recuerdos del caserío de mis abuelos. Me crié entre gruesos muros de piedras y numerosas ventanas que daban al norte, al sur, este y oeste; aquellas ventanas iban formando parte de mi vida como el transcurso de las estaciones lo forman del año.
Eran tiempos felices, llenos de paz y armonía. El tiempo, mi tiempo, pasaba sin pausa, sin prisa por aquellas ventanas; subida en sus anchas repisas veía discurrir la vida del pueblo y cada uno de sus habitantes. Con los ojos bien abiertos, no dejando perder ningún detalle, desde esas ventanas miré al mundo y a través de ellas los recuerdos se fueron acomodando en mi alma.
En verano siempre me encontraban en una de las dos ventanas de la cocina, la que daba al norte, en esa época siempre escogía esta pues el aire de la mar entraba por ella y hacia más llevadero el calor del verano. El caserío de mis abuelos se encuentra situado al lado del camino que atraviesa el pueblo, ese camino era su aorta, su columna o su cimiento.
¿Qué ves, hija?, solía preguntarme mi abuela.
A Irene la lechera, mama -mi abuela nunca nos dejo llamarla abuela-, sube con la burra y las cacharras vacías. ¡Mira mama! Ya viene papa con las vacas.
Yo saltaba de la ventana y corría al encuentro de mi abuelo; éste me subía en volandas y me hacia aterrizar en los lomos de alguna vaca, así hasta meterlas en la cuadra.
Aquella ventana era olvidada en invierno, el viento del norte soplaba entre sus rendijas con ráfagas cadenciosas y los sueños que en ella vivía tuvieron que esperar la llegada de un nuevo verano.
Son las ventanas de mi pasado las que ahora abro, vuelvo a mirar por ellas y siento añoranza por esas cosas simples que formaron parte de mi ayer. Estoy en mi cuarto, es el que tiene la ventana más grande, da al oeste; nunca imaginé la importancia que con los años tendría esa ventana en mi vida, mirando por ella no me daba cuenta que veía al hombre que formaría, con el pasar de los años, parte de mi vida.
La ventana daba a un campo llano donde los chavales del pueblo jugaban al fútbol, aquellos momentos los pasaba observando a través de las cortinas, visillos que impedían al mundo exterior saber qué ocurría tras aquellos cristales.
Eran años donde los niños y las niñas no podían estar juntos, años de imposiciones; los chicos en su mundo, las chicas en otro bien distinto creado solo para ellas. Aquella fue la única ventana indiscreta que hubo en mi vida, aquellos chavales jugaban ajenos a mis miradas, los años fueron pasando y los niños dejaron de serlo y yo crecí al mismo tiempo, aquellas ventanas fueron los visillos de mis sueños, los recuerdos que iban llenando los rincones de mi alma.
Cuando cierro mis ojos la remembranza aflora en mi mente, aquellas ventanas me hicieron soñar y hoy, al retroceder en el tiempo y abrirlas, puedo sentir la primavera en mi cara o el invierno con su lluvia que rozaba con ternura queriendo lavar con su agua la melancolía que anidaba: los vecinos en su discurrir por el sendero del pueblo, la ropa tendida a secar al verde, el olor de la gente, el olor de mi pueblo… los rayos del sol y el bálsamo de oler a tierra mojada.
Desde estas ventanas divisé lo humano y lo divino, lo real y lo ficticio, encontré días de sombras y otros de luces, aprendí con el tiempo que todo lo vivido, todo lo que mis retinas fueron asimilando dependió mucho del ángulo con que yo lo miraba. Desde aquellas ventanas el cielo era de un azul intenso, las estrellas bailaban, descubrí la luna más bella cuando me di cuenta de que estaba enamorada.
Hoy al abrirlas de nuevo recuerdo de donde vengo… recuerdo mi casa.
Nunca fueron ventanas indiscretas, fueron… las ventanas de mi alma.
Súbete al bus del sábado y lee más relatos en el blog de Casandra:
http://ranchoparte.blogspot.com/
miércoles, 13 de mayo de 2009
Propuesta para el sábado: "La ventana indiscreta"
lunes, 11 de mayo de 2009
Sin Paraíso
Querido Adán,
Te escribo estas letras para hacerte partícipe de mi malestar por tu actitud hacia mi persona. Si bien es cierto que nos echaron del paraíso por esa estúpida manzana, no lo es menos que tú la comiste con agrado, deleitándote en su dulce sabor. Sé que aún te duele el hueco que dejó la costilla que Dios te arrancó para crearme a mí. Pero eso, como tantas otras cosas, fue decisión Divina y mi participación en los hechos se limitó a servir de conejillo de indias al Creador Todopoderoso. No son motivos estos para estar enfadado conmigo, tu fiel compañera Eva. Recuerda cómo nos amábamos al principio de los tiempos, cómo gozábamos sin miedo de nuestros cuerpos, cómo compartíamos las caricias y los besos. Recuerda como elogiabas mi belleza de princesa y mi cuerpo de sirena. Desde que llegamos a esta tierra, fuera ya de nuestro Edén, he sido tu más fiel servidora, he atendido tus deseos y me he mostrado humilde. Callo cuando tú hablas y no como hasta que tú has saciado tu hambre. Aún así me muestras desprecio y me condenas al ostracismo, me siento tan sola que hasta hablo con las piedras del camino.
En mi desesperación, me acerqué a la verja que nos separa del Paraíso y pedí audiencia con Dios, un ángel rubicundo me comunicó que para mi no estaba, que si la Humanidad tenía algo que contarle debería ser por tu boca, Adán, que para eso te hizo hombre. Me sentí humillada, lo reconozco, pues yo tengo garganta como tú y una lengua muy ágil que sabe expresar con palabras lo que siente mi alma. Quería pedirle que te admitiera de nuevo en el Paraíso, que olvidara tu falta, a fin de cuentas era menor que la mía, yo te seduje para que mordieras ese fruto prohibido.
No te miento si te digo que me había hecho ilusiones al respecto, si volvieras al Paraíso no tendría que aguantar todo el día esa mirada acusadora. De todas formas he pensado en aprender a cazar, que cultivar el huerto ya sé; por si acaso Dios, que es hombre como tú, se arrepiente de su decisión y decide llevarte de nuevo a su lado. En lo que a mí respecta tengo la absoluta seguridad de que no se acordará, para Él sólo soy una estúpida costilla que no hace más que quejarse de su absurda suerte.
Querido Adán, no quiero ofenderte con mis palabras, que sé que tú calificaras como viperinas nada más verlas, pero es que necesito saber cual es mi papel en esta sociedad que iniciamos. Me resulta bochornoso estar sometida a tu voluntad, y pienso que lo que hoy establezcamos será determinante para el resto de las generaciones. Si igualamos nuestros derechos, nuestros descendientes, los hijos de nuestros hijos, crecerán en un mundo justo; el doble de cabezas pensarán, crearán, inventarán para hacer un planeta mejor.
En cambio, si me sigues tratando como tu esclava, si me rebajas a la categoría de un animal, si obvias mi inteligencia, maltratas mi cuerpo y dominas mi espíritu, las hijas de mis hijas recibirán el mismo trato y derivaremos en una sociedad injusta y desigual.
Mi fiel Adán, responde a esta súplica, entenderé que la tienes a bien si hoy me hablas, mueves tus dulces labios y pronuncias las palabras que mis oídos ansían oír, simplemente dime que me amas y que me respetas como persona.
Tu compañera
Eva
Respuesta de Adán.
Querida Eva
"Ni lo sueñes"
Adán
sábado, 9 de mayo de 2009
Sábado de Mercedes. Estoy en una isla...
Estoy en una isla y sólo quiero que el mundo siga girando. Dejo mi mente en blanco, oigo el rumor del mar y el lamento de las olas cuando rompen su furia contra las rocas.
No he podido volver a casa y aquí me refugio, lejos de todo; donde no llegan las noticias y no sentiré que la cercana muerte llama a tu puerta. Siempre me dijiste: "yo moriré un mes de noviembre"; la última vez tus ojos me hablaron claramente.
No tengo ni la más remota idea de sí hace frío, pero mi cuerpo y mi alma están helados. Empapada de mi propio llanto, llanto mudo que sale de lo más profundo de mi ser y que quedara plasmado para siempre en la arena de esta playa; este rinconcito en el que busco huir de todos mis errores y un nuevo lugar para mis esperanzas.
Quiero imaginar que alguien vela tus últimos sueños mientras tu mirada se apaga. En esta isla persigo a la soledad y los recuerdos me acompañan: el Montaño, a cuyos pies crecí; las hayas; el amarillo y ocre que inunda los campos; los baserris; el olor a leña; el fuego encendido y... tus abrazos, tus sonrisas, tus suspiros, tus besos en el cuello que volvían mi piel de gallina, tus…
En mi huida doy la espalda al Cantábrico, huyo de sus aguas, del color de tus ojos, de la transparencia de tu mirada. En las claras y añiles mareas cobijo mi soledad; las olas coquetean con la noche y la brisa trae consigo el olor a humedad, humedad espesa de remolinos que quiere llevarse con sus besos mis lágrimas derramadas.
Vacía me encuentro en este amanecer nocturno. Mi alma me dice que has muerto, has emprendido nuevos caminos… Llueve, el cielo se alía conmigo, con mi pena, el grito de algún ave rasga la noche y yo más bien creo que ese grito nace de lo más profundo de mi garganta, de mi sufrimiento.
No estoy contigo. ¡Te necesito tanto! En mi vida los días irán cayendo como en otoño las hojas se desprenden de los árboles y nace un silencio grueso de pájaros que se llevan el manto de la noche. Mi corazón se hiela, necesito respirar y no puedo, te busco y no te encuentro, mi alma errante quiere hallarte en esta isla; pero solo queda esperar que el sol de la mañana me abrace mientras aguardo a que una nube en el cielo lleve tu nombre.
Por mi mejilla se desliza una lágrima y en silencio te pido que me perdones.
viernes, 8 de mayo de 2009
Sábados de Mercedes. El bus lo conduce CASANDRA desde Montevideo
El BUS
LITERARIO
del SÁBADO
sale desde MONTEVIDEO.
La propuesta es:
El bus de este sábado lo conducirá Casandra desde su blog CUADERNO DE NOTAS:
http://ranchoparte.blogspot.com/
jueves, 7 de mayo de 2009
Felisa Moreno recibe una Mención Especial en el Certamen Villa de Mijas
lunes, 4 de mayo de 2009
Recuerdos en un cartel
(Carta finalista del VIII Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor 2009)
Esta mañana me he dado cuenta de que no recordabas mi nombre. Lo he visto en tus ojos azules, mi princesa, cuando he entrado en la cocina, aún en pijama, adormilado, y te he has girado hacia mí con el paquete abierto de café en una mano y una cuchara en la otra, dándome los buenos días. Durante apenas un segundo se te ha congelado la sonrisa, pero enseguida has fingido reconocerme y has seguido con lo tuyo, como si tal cosa. Yo me he vuelto al dormitorio y he abierto el tercer cajón de la cómoda. He tomado el cartel de cartulina roja, el que lleva mi nombre dibujado en mayúsculas de trazo grueso, y me lo he colgado al cuello. Después, sentados a la mesa, cuando me has pasado el azúcar, has mirado mi cartel y he notado que te relajabas. “¿Te apetece una tostada, Miguel?”, has preguntado, haciendo hincapié en la pronunciación de mi nombre, para que yo viera que sí, que lo sabes, aunque algunos días no puedas recordarlo sola.
Los médicos dijeron que el desarrollo sería progresivo, muy lento y de hecho, hay días que aún son buenos, incluso parecen normales. Y en esos días soy yo el que se olvida de esta pesadilla en la que estamos inmersos los dos, desde hace casi tres años, envueltos en esta penumbra, en esta bruma que no te deja mirar atrás, mi princesa, que te esconde adrede nuestro pasado y nuestro presente, nuestros buenos y malos momentos, nuestros sentimientos y hasta nuestros sueños. Pero en medio de esta niebla, he de mostrarme tranquilo, sosegado, sereno. Ser metódico y mantener tu entorno claro y ordenado, exento de imprevistos y alteraciones que puedan perturbarte. Por eso, todo lo que hacemos cada día sigue una rutina y por eso, también, he marcado cada rincón de la casa con pequeñas etiquetas de colores que muestran mensajes diversos: “Azúcar”. “Armario para vasos”. “Sopa = cuchara”. “Calcetines”. “Te amo, Celia”, por todas partes, “Te amo”.
Acabas tu desayuno y te levantas sin decir nada. Cruzas el pasillo decidida y te veo desaparecer tras la puerta cerrada del baño. No debo atosigarte, así que pongo los vasos en el fregadero, recojo a toda prisa las migas de la mesa y te espero impaciente, sentado en el sofá de la sala. Hago como que leo el periódico, dejo que las gafas de cerca se escurran hasta la punta de mi nariz y permanezco atento a cualquier ruido extraño, a cualquier golpe o a cualquier llamada, para correr en tu busca, a rescatarte, mi princesa. Cuando sales, han transcurrido veinte minutos que a mí me han parecido eternos. Te has cardado el pelo como uno de esos punkis que tanta gracia te hacían. Has pintado de carmín rojo tus labios, y también las comisuras, y te has perfilado los ojos con lápiz negro, embadurnándote los bordes como un payaso que estuvo llorando antes de su gran espectáculo. Has confundido la laca de uñas con el frasco de perfume, y por tu cuello se deslizan dos hilillos plateados. “¿Estoy guapa?”, preguntas. Y yo sonrío, o trato de hacerlo, y te contesto que claro, que tú siempre estás guapa, y me vuelvo contigo al baño para convencerte de que es la hora de la ducha. “Ay no papá, papaíto, que aún no es domingo”, replicas lloriqueando y pataleas flojito en el suelo. “No quiero ducharme, no quiero”. Pero te dejas hacer y voy quitándote la ropa mientras canturreas una canción de cuna, aquélla que le cantabas cada noche a nuestra Ana para que por fin cogiera el sueño. Contemplas fascinada la espuma que resbala por tu cuerpo desnudo, tan frágil, y chapoteas y me salpicas y todo termina convertido en una gran piscina. Y yo termino empapado también. Empapado y agotado a las diez de esta mañana en la que no recuerdas mi nombre. Te envuelvo en una toalla y al momento la arrojas al suelo y sales corriendo hacia el cuarto. Abres el armario y lo revuelves todo hasta encontrar un vestido floreado, liviano, de vuelo y sin mangas. Recuerdo habértelo visto en alguna noche de verbena. “Es diciembre, mi cielo, hace frío”, te digo. Pero no hay forma. Te enfadas y me gritas. Me empujas con una fuerza que no sabía que tenías. “¡Suéltame! ¡Qué me sueltes!”, y tiras con fuerza del vestido, y la delicada tela se rasga, pero da lo mismo, te lo pones, con zapatos de tacón, muy altos, como siempre te gustaron. ”Ya estoy lista”. Me sonríes, coqueta, y te sonrojas, como la primera vez que te lancé un piropo a verte pasear con tus amigas por el Parque Grande. “Guapa”, te digo, y te guiño un ojo, como entones.En el grupo de apoyo nos explican siempre la importancia de ir en busca de recuerdos, así que hoy, como cada día, dedicamos horas a mirar fotos, los dos juntos, sentados sobre el sofá, rodeados de álbumes viejos y cajas de lata. Asientes y sonríes mientras traigo hacia ti, poco a poco, los momentos bellos que encierran esas imágenes inmóviles. Y de pronto empiezas a hablar, a relatar las historias que quedaron plasmadas en el papel fotográfico y hasta me cuentas detalles que yo ya había olvidado. Te miro y vuelves a ser mi Celia, mi amor, mi niña… mi princesa. Me abrazas y te abrazo. Y permanecemos así, arropados con tu manta favorita, apoyada tu cabeza en mi hombro, hasta que de pronto te incorporas y me contemplas muy seria. “No debe abrazarme así, caballero. Estoy casada”. Te separas de mí y me invitas a marcharme. Yo obedezco, sumiso, por no contrariarte, y te dejo viendo la tele, ensimismada, murmurando palabras que solamente tú comprendes, mientras voy a la cocina a preparar el almuerzo. Hoy, tu plato favorito. Lasaña de atún casera. “Vamos a comer, mi vida”, te digo al cabo del rato. Paso un brazo por encima de tus hombros, te ayudo a levantarte y dirijo tus pasos hacia la mesa, vestida con tu mantel preferido y las servilletas de hilo que bordabas por las tardes. “Te he preparado lasaña, ¿ves?”. Cruzas los brazos delante del pecho y pones morritos. “No me gusta la lasaña”. Y yo: “Claro que sí, mi amor. Si la adoras”. Pero te niegas a probarla, te tapas la boca con las dos manos y sacudes la cabeza. Intento convencerte y le das un manotazo al plato. La lasaña se desbarata y la mezcla de bechamel, atún y tomate cae sobre tu regazo y se esparce por el suelo. Me miras, horrorizada. “Lo siento, Miguel. Lo siento… ”. Tiemblas y se te llenan los ojos de lágrimas, y los míos se inundan también, porque esta vez no ha ocurrido, no has mirado mi cartel. Esta vez, mi princesa, has recordado mi nombre.
Puedes visitar el blog de la autora:
domingo, 3 de mayo de 2009
Dia de la Madre
Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
...¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos guía.
Antonio Machado
sábado, 2 de mayo de 2009
Sábados de Mercedes. Tema libre
El destino quiso separarnos cuando más te necesitaba. Hoy, veinticinco años después, te sigo llorando.
¿Por qué te fuiste? Dejaste mi alma vacía, mi corazón herido y en lo más profundo de mis entrañas se congeló mi sonrisa y mis latidos enmudecieron. Maldigo al mundo que no se detiene, reniego del que se ríe y no sabe que lloro por dentro. ¡Te necesito!
Quiero verte, que me digas si soy lo que esperabas, si te defraudé, si sientes añoranza.
Aún hay días que imploro me lleves contigo.
Admitir tu ausencia era ignorar el pilar que sostenía mi planeta. ¿Dónde te podía buscar? Anhelaba cada mañana oír tu risa al levantarme, reconocer tu voz en cada rincón de casa, tu beso de buenas noches. ¡Dios mío! ¿Por qué lloro? Por mi vacío, la soledad que me mata, o lloro por ti. Conmiseración conmigo mismo, eso es lo que me afligía... eso es lo que sufro.
Necesito creer que sabes de mí, deseo que sientas orgullo de lo que construí: arquitecto de ilusiones, proyectos acabados, senderos recorridos, lamentos en mis ojos y sollozos en mi alma ¡Vuelve!
Quiero velar tus sueños ¡Te lo debo! Tú velaste los míos. Pedazo de barro que moldeaste, hiciste de mí lo que soy. Aliviaste mis enfermedades y hoy me pregunto si logré dulcificar las tuyas.
Aún lo recuerdo, hacía frío, ese frío del norte que se mete por los huesos, te hiela el espíritu y te congela las entrañas. Llovía, la lluvia me daba en la cara y arrastraba mis lágrimas ¡Tú no podías verlo!
Grité en mi soledad, le grité al mundo cuánto lo odiaba; blasfemé sin importarme ir al infierno, pues en él me hallaba.
Caí de rodillas tras la última palada, te perdí cuando más te necesitaba. Con los puños golpeé la tierra que nos separaba y en ese momento maldije...
Fuiste la reina de mi corazón, madre, mas no te lo pude decir... Sólo me quedan recuerdos, alguna foto y tu nombre en el aterrado mármol de tu lápida.
viernes, 1 de mayo de 2009
Sábados de Mercedes. Nueva propuesta
En el árblog de Ardilla Roja tienes la propuesta creativa para este sábado:
http://ardilla-roja.blogspot.com/2009/04/sabados-de-mercedes-nueva-propuesta.html
¡Feliz fin de semana!