EL ÚLTIMO VIAJE
La cara ensangrentada; apretujado sobre su pecho, el bebé hambriento no dejaba de llorar. La escena ponía punto final a la novela con la que, todas las tardes, Doña Cándida se dormía. Sobre la mesa, el ordenador conectado y la labor de ganchillo.
El timbre de la puerta la despertó, a ella y a la gata Mª Carmen, que como su dueña seguía las mismas rutinas. Desde el ordenador visualizó el portal antes de abrir, las nuevas tecnologías acompañaban su vida y organizaban su hogar. ¡Qué pena haberos descubierto tan tarde!, se lamentaba Cándida a sus ochenta y ocho años recién cumplidos, dialogando con su computadora Carmencita.
Su hija Mati y su yerno Jacobo eran los causantes del espabile. Como todos los jueves, a las cuatro en punto pasaban a darle el beso de rigor y en unos minutos cumplir las tareas filiales de una pareja súper ocupada, súper organizada y súper guay. Controlar a su madre y organizarle la vida eran el objetivo de las visitas. El yerno, haciéndose el gracioso, intercalaba entre los temas financieros de la abuela y los de servicio doméstico una frase lapidaria:
–Cada día está usted más joven, nos entierra a todos ¡je! ¡je!
–De ese tema veníamos hablando. Que seas mayor no es razón para que dejes de viajar, antes te lo pasaba muy bien. Creo que has visitado los cinco continentes ¿verdad, mama?
La respuesta fue una leve sonrisa. Mati siguió hablando de los innumerables desplazamientos de su madre. El marido se sabía de memoria las tournées de su suegra y, cortando el monólogo, dijo:
–Tu madre es libre para hacer lo que quiera, tiene salud y dinero, como siempre nosotros la vamos a animar.
Un maullido de Mari Carmen, la gata, provocó un corto silencio. Con gesto picarón, les comento Cándida:
–Tengo una noticia que daros, hubiera preferido anunciarla en presencia de tu hermano; pero como él no tiene tiempo de visitarme, ya se lo contaré por teléfono.
A dúo, exclamaron los dos:
– ¿Un viaje?
– ¡Efectivamente! Voy a preparar un viaje, un gran viaje, podríamos decir mi último viaje.
Mati se levantó y abrazó a su madre.
– ¡Qué alegría, mama! Pero no digas el último, digamos uno de los últimos.
–Me da igual el titulo que le queráis dar, tengo muy claro el viaje que voy hacer.
El yerno, solicito, le comentó:
–Como siempre, sabes que puedes contar conmigo para prepararlo. Los vuelos, los hoteles y las agencias son de mi responsabilidad. Mandaré a tu correo las mejores ofertas. ¡Ah! ¿Quién te acompañará?
–A despedirme puede venir quien quiera, pero el viaje lo haré sola –contestó Cándida, solemne.
– ¡Eso si que no! Sola no vas a ningún lado. Si nosotros no podemos acompañarte, quizá alguno de los niños; o la chica nueva, que dices que es muy cariñosa. Ya pensaremos quién será el afortunado o afortunada –sentenció con autoridad Mati.
Cándida continuó informando.
–No os preocupéis tanto, llevo pensando en este viaje mucho tiempo y prácticamente lo tengo bien definido, solo me queda concretar con la agencia pequeños detalles y horarios. Lo único que necesito es que me acompañes tú, Mati. El lunes a las seis tengo la cita para cerrar mi viaje.
Desconcertados, los dos bajaban las escaleras.
–Soy muy paciente con ella, pero tienes que reconocer que tu madre es un poco rara. Mejor diría: rarísima.
Mati no contesta y sigue abstraída en sus pensamientos.
–Yo le hubiera buscado vuelos económicos y hoteles de oferta, lo lógico y apropiado para una señora de su edad. Que por mucho que le digamos, está pasadita de años para correr mundo. ¡No!, si la culpa la tenemos nosotros, siempre diciéndole: ¡Qué joven! ¡Qué bien está! Y claro, ella se lo cree, y mira con lo que nos sale ahora. ¡Tú Sigue en las nubes, veremos en lo que acaba el viajecito y el despilfarro de euros que se lleva!.
–Perdona, que yo sepa, a nosotros no nos han costado nada los viajes de mamá –dijo Mati enfadada.
–A vuestro patrimonio futuro ¡sí! –respondió Jacobo acelerando el paso.
–Pues te guste o no, iré con mamá a preparar el viaje.
A las cinco y media recogió a su madre. Subió al coche y le indicó la dirección.
–No conozco ninguna agencia de viajes a las afueras, ¿y dices que es un polígono industrial? Qué raro… Claro… que esta zona es desconocida para mí.
Cándida callaba mientras su hija hacia elucubraciones sobre el extraño lugar. Al divisar la dirección, un impresionante letrero aclaró la incógnita: “Descanse en paz”. Mati dio un giro brusco hacia el arcén, y frenó el coche. Sin aliento, comentó:
–Qué fuerte, mamá. ¡Qué fuerte!
–No es lo que te imaginas, es algo muy especial, digno de mí. Venga, relájate y respira hondo. Cuando conozcas “el viaje” lo comprenderás, estoy convencida. Es más, seguro que te parece divertido.
Aparcaron en un original jardín. Por el tipo de organización, los coches parecían complementos del diseño, encajaban perfectamente entre parterres, fuentes, cerámicas y caminos de piedra artificial. Cogidas del brazo se dirigieron a la entrada del Tanatorio. En información les indicaron el despacho de la primera planta, donde un ejecutivo joven las recibió invitando a sentarse en un incómodo pero elegante sofá. Acabadas las presentaciones y erguida como una modelo de pasarela, Cándida pidió al joven continuar con el expediente que vía online iniciaron.
–Realmente nosotros atendemos cualquier tipo de petición, pero tengo que reconocer, doña Cándida, que todo el personal de nuestra empresa esté muy sorprendido con su creatividad e innovación, y deseando…, perdón, no tenemos prisa…; he querido decir que encantados ejecutaremos sus deseos.
–Pero, mamá, ¿qué misterio es este? ¿Desde cuándo estás gestionando tu entierro? ¡Y yo sin saber nada! –rompe a llorar Mati.
–Tranquila, niña, como dice este señor, espero que tarde unos años. Precisamente esa es la razón para organizar con todo detalle mi viaje. Así que deja de gimotear y pongámonos a trabajar.
El joven empleado entregó a cada una un dossier con las propuestas que iban a estudiar. Los ojos de Mati se abrieron como platos al leer la primera oferta. Maquillaje, vestuario y peluquería.
–Aquí hay un pequeño error, señaló Candida. El vestido y la estola de seda no me las puede cobrar, ya le dije que son prendas personales.
El empleado tachó el precio y, ante la cara de estupor de Mati, le preguntó:
–¿Quiere que cambiemos el tono del maquillaje, del carmín? ¿Llevará zapatos?
Antes de que su madre respondiera, Mati se levantó y preguntó por el servicio. Descolocada, salió tropezando con el brazo del incomodo pero elegante sofá.
Cándida, como si nada le ocurriera a su hija, siguió organizando. Al llevar traje largo no eran necesarios zapatos, y el maquillaje siendo discreto quedaría bien. Solo deseaba mantener su imagen de abuela elegante y chic.
–Ahora que estamos concretemos lo de la exposición, puede que mi hija no lo comprenda de primeras. Y sobre todo, cuando se entere de que muchos de los objetos valiosos, de mi propiedad, se subastarán ese día, y que el dinero es para una ong, estoy segura que en cuanto yo cerrara el pico un anticuario haría el recuento y el negocio, por eso organizaré yo la venta.
En el pasillo, Mati llamó a su marido y, aturdida, le dijo:
–No te lo vas a creer, ¡el viaje de mi madre es su entierro!, y quiere que la maquillen.
Sin darle importancia, él la tranquilizo.
– Si es su gusto, lo haremos.
–Por favor, pásate por aquí, no soy capaz de contradecir a mamá. Anota la dirección y ven rápido.
Mati tomó aliento y regresó al despacho. Su madre y el empleado contemplaban en una gran pantalla las dependencias del último piso.
–Creo que será mejor reservar la planta completa, tenemos muchos amigos y, cuando conozcan el programa, seguro que no faltarán. Además, al ser el último piso no se oirá la música; si hay otro difunto, no debemos molestar… Siéntate, hija, y observa las salas. Como le iba diciendo, joven, el salón más grande lo reserva para los jóvenes, los amigos de mis nietos, ya en el facebook he contactado con ellos y prefieren que actúe Nana Daconte, se lo agradezco porque a mi también me gusta como canta esa chica. ¡Qué pena, no la voy a poder oír! No se olvide de colocar una pantalla grande, unas mesas para la bebida y otras para la cena fría. La música la elegiré con mis nietos, quiero que sea una noche inolvidable. Sobre la una de la madrugada pasaran el video de mi vida, eso esta muy de moda en los eventos, es el único sacrificio que les voy a pedir; después de todo, el botellón lo pago yo. He rebuscado fotos que nadie de mi familia ha visto, escritos íntimos, sorpresillas inconfesables, incluso alguna aventurilla. Es el momento ideal para conocer de verdad a la abuela.
–Mamá, ¿has perdido el juicio? ¿Qué quieres, salir en todos los telediarios? Me aterra pensar en los chistes que van a sacar a tu costa.
–Ahí quería yo llegar, al apartado de los chistes. En mí despedida los chascarrillos también los pongo yo; de todas formas, las mejores ocurrencias se cuentan en los velatorios. Siga anotando, joven. Contratar a Santi Millán. Me encantan sus monólogos y es de los que se enrolla con la gente. Puede pasar por las tres salas: la de los jóvenes, la familiar y la de los políticos, ya le dije que mi hijo es el presidente de la Diputación. ¡Ah!, a esos les pone solo bebida y canapés de jamón de york, porque los rellenos, el jamón de reserva, las tablas de quesos y los guisos, los míos, que ya le pasaré las recetas para el catering, son para la familia y amigos.
Mati mira por la ventana con ansiedad, espera que Jacobo llegue y ponga un poco de orden. Estresada, se pasea de una esquina a otra del despacho.
– ¡Dios mío, qué locura! ¡Y lo que nos va a costar!
–Ahí quería yo llegar. Tú siempre me has dicho, que disfrute, que el dinero es mío; pues ya lo estoy disfrutando, me quiero ir como he vivido. Encantada, invité en mi casa a todo bicho viviente que pasó por allí, cantamos y reímos ¿Por qué no me puedo ir de la misma manera que viví?, ¿por el qué dirán?, ¿por las costumbres, lo establecido, lo adecuado y lo que hace todo el mundo? Pues qué queréis que os diga, paso de todo eso ¡Y no quiero que nadie llore por mí! Bueno, si alguien quiere llorar…; joven, anote una sala pequeñita.
Llaman a la puerta, Mati de un salto abre y se abraza llorando a su marido.
–¡Mi madre ha perdido la cabeza! Está organizando una feria en vez de su funeral.
–Tú lo has dicho, es mi último viaje; o sea, mi funeral, exequias, velatorio, el nombre me da igual. Lo único que siento es no poder participar. Aunque, por otro lado, me libraré de escuchar y recibir el rito protocolario con sus besos y sus frases: “Tranquilos, descansa en paz, era normal… a sus años… tan simpática, tan cariñosa, tan buena… tan… tan…”. La hora de los méritos y los cuchicheos disimulados: “Era un poco excéntrica… Tenía sus manías,… pero en el fondo buenísima.
– ¡No sé lo que está pasando! ¿Alguien me puede informar? –grita histérico el marido.
– Jacobo, lo vas a entender muy pronto. Mi ultimo viaje vale 200.000 €
–Si te lo decía yo: tu madre me entierra.