El buscador de sonrisas
Paola del Campo
A muchos les sorprendió ayer el frío. Mi cuerpo, o quizás mi alma, intuía que llegaba y con él se acercaba la Navidad. Por la mañana deambulé desde muy temprano, y la nostalgia que pintaba con luces de colores aquellas navidades de mi niñez se habían perdido sin darme cuenta, fueron pasando cada una con menos ilusión que la anterior.
La nieve fue pintando mi pequeño pueblo de blanco detrás de mi ventanal. Me enfundé en mis botas, mi pelliza, un gorro peruano y gruesos guantes de lana. Mis pasos iban más aprisa que mi mente... Yo sabía que formaba parte de ese conjunto humano de personas que caminaban por la calle.
Esta vez, no sé otras, la Navidad iba vestida de hombre: un señor mayor, vivido, que en algún momento fue alguien y hoy…, hoy es un anciano feliz. Lo increíble es dónde radica su felicidad; simplemente en sacar una sonrisa a los demás. Este anciano tiene algo en su mirada. A mí, profana en esta materia, me transmitía una luz de inmensa paz que fluía desde su interior hasta arrancar a mis tristes labios una sonrisa.
Vive en el asilo. No, esta palabra es muy dura; pasa sus días en la residencia de mi pueblo. No lo conozco, no sé de dónde viene; aunque ahora sé dónde va cada mañana, haga frío o calor, chispee o caiga una tromba de agua. Cada nuevo día sale de la residencia; lleva un radio CD, de estos que regalas a los hijos por estas fechas y al final acaban en un rincón. Este buscador de sonrisas lo lleva colgado entre el cuello y la espalda con unas vendas, que imagino le pondrán las enfermeras. Le dejan salir por el pueblo con sus rancheras, baladas o pasodobles, pero hoy sus melodías eran villancicos: Marinero, marinero, haz en tu barca un altar. Marinero, marinero porque llegó Navidad. Noches blancas de hospital, dejad el llanto esta noche, que el Niño está por llegar, caminante sin hogar, ven a mi casa esta noche, que mañana Dios dirá. Caminante, caminante deja tu alforja llenar. Caminante, caminante, porque llegó Navidad… Va despertando una serie de extraños pensamientos en quienes le escuchamos, y él intuye que detrás de cada pensamiento hay una sonrisa que necesita ser arrancada a la gente. Recorre las calles y plazas, convida a la humanidad a escuchar, a perderse por los caminos de la vida y, mientras, él solo sonríe... No importa el frio ni la nieve que cae, él espera… Busca tu mirada y lo único que te pide de pago es un pequeño parón en tu ajetreada vida y que le sonrías asintiendo con la cabeza.
A pesar del frio que hacia decidí sentarme por unos momentos en las gradas de una tienda cerrada, limpie la nieve y me acomodé sin otra prisa que no fuera depositar mi atención en aquella música y en la dulzura de la sonrisa de aquel hombre.
Y en ese momento pensé que si la muerte venia a buscarme lo haría de manera amable. Sentada en los escalones y rodeada de un bellísimo paisaje blanco, mi mente decidió poner fin a su descanso y quiso imaginar cómo fue el pasado de aquel buscador de sonrisas… Y me pregunté: ¿tal vez fue un gran trabajador? Quizás un idealista de sueños, un luchador de ideas, buen padre, amante esposo. Y hoy…, hoy la vida lo ha convertido en buscador de sonrisas
Mientras, a mí la angustia me puede cada mañana encubierta de miedo, ese miedo al qué será del hoy, que no me deja ver lo que fue ayer y probablemente me aterra por lo que vendrá mañana.
Sé que él temor no me abandonará, llenar mi vida es como intentar llenar un botijo de agua en el desierto; pues quiero ser, tener, conocer, buscar, vivir a tope… Y al final de mis días, tal vez hoy o mañana, quizás me vea evocada a ser una buscadora de sonrisas. Pero mientras esto llega, sigo metida en el engranaje de esta cosa que llamamos existencia, por eso hoy el buscador de sonrisas y la paz que transmite han llegado a mí de la mano y, no sé por qué , me han dejado un regustillo extraño, y me di cuenta de que el mejor adorno de Navidad era una sonrisa.
Me voy a la pescadería, después al tinte a por unos pantalones, tengo que hacer las fotocopias de mi hija, llamar a mi hermana, planchar, la comida a las dos en la mesa, recoger la ropa del tendedero… Y quizás en algún momento del día encuentre un instante y una historia que me permitan aporrear las teclas de este viejo ordenador, amigo mío, que escriba lo que escriba nunca se queja.
Mientras, espero encontrarme de nuevo con el buscador de sonrisas.
Porque él ha logrado que esta Navidad la llene de ternura del pasado, aderezada con el valor necesario para el presente y la endulce con la esperanza de un futuro. En los abetos de cada hogar deseo que cuelguen bendiciones llenas de amor imperecederas y que cada uno de nosotros encuentre la paz que necesita su alma.
Esta semana conduce Mercedes. Puedes pasear por todos los cuentos navideños desde su blog: