Francisca Alcover
(Diario de Mallorca, edición impresa 14/11/08)
Es ya conocido el revuelo mediático por la victoria electoral de Barack Obama como presidente de los EEUU para la próxima legislatura. En estos momentos de desconcierto mundial a todos los niveles, llega Barack Obama con el mensaje de que el cambio no sólo es posible sino que ya está aquí; mucha gente ha visto en Obama al líder, a la persona que puede liderar ese cambio. En tiempos de crisis, la persona necesita sentirse reafirmada a nivel individual para ver así reforzada su posición dentro del grupo. De ahí la corriente de esperanza suscitada a nivel mundial por la victoria electoral de Barack Obama. Ante tal euforia, sirvan estas líneas para aportar un poco de mesura porque no hay que olvidar que cuantas mayores sean las expectativas generadas tanto mayor puede ser la frustración si estas expectativas no se cumplieran. Todos los cambios se hallan inmersos en un proceso evolutivo y como tal, no será hasta pasado un tiempo que se podrá decir si se ha producido o no tal cambio. El cambio es un devenir y debe leerse por sus efectos, nunca antes. Cuando Felipe González ganó las primeras elecciones también pudimos ser testigos en primera línea de la euforia desatada, mucho leímos y oímos que el cambio había llegado. Ahora que ya han pasado unos años de aquella fecha, con la perspectiva de lo que pasó y no pasó, de cómo el cambio cambió o no nuestras vidas, quizá los españoles podamos opinar de lo que significa "el cambio está aquí". En tiempos de tan pretendido y deseado cambio, nunca está de más recordar las palabras del Príncipe de Salina en la inmortal novela, Il Gatopardo, cuando dijo aquello de que es preciso que todo cambie para que todo siga igual.
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