Yolanda Sáenz de Tejada
(Ganador 2º Premio Certamen "Palabras de Mujer" Radio Almenara 2007)
Puedes escuchar aquí a la autora leyendo su relato en la entrega de premios:
http://es.youtube.com/watch?v=JG7yLqy19WA
Me he levantado de un salto cuando Carlos se ha ido, he recogido mis sueños y los he metido a trozos en una bolsa de basura. También van mis zapatos de charol y mis bragas, algo de ropa y el brazalete de la abuela. Poco dinero, pocas cosas, mucho dolor...
Aún es de noche y ella me espera en la puerta. Me abraza, me ayuda a coger la bolsa y me limpia las lágrimas con su camiseta. Es guapa, tiene los ojos claros y la sonrisa morena. Me da la mano y me abre la puerta del coche. Al doblar la esquina sale Carlos. El coche frena. Ahogo un grito con un trozo del color negro de la noche. Voces y golpes en el cristal. Empiezo a temblar. Intento bajarme para que él no siga llorando y entonces ella me sujeta fuerte y acerca su boca a mi mano. Me besa y me mira. Me veo en sus pupilas. Son verdes y no hay miedo, me baño en su iris y aún mojada salgo al exterior. Miro a Carlos con angustia. Está pegado a la ventana y llora. Su agua inunda mi fragilidad. Me ama, eso dice. Me cuidará toda la vida. Se matará si me voy. Lo creo pero no puedo moverme del asiento. Sigo aferrada a mis sueños apiñados en la bolsa de basura y no quiero dejar de coger la mano de ella. ¡Acelera!, grita su voz y el coche avanza mientras pisa los gritos de Carlos, sus promesas, sus lágrimas, su amor...Llegamos a un edificio sin color. Pequeño y aislado. No sé donde estoy. Llevo dos días viajando y no he hablado. De la bolsa solo he utilizado las bragas. Su mano me sigue guiando. “Esta es tu habitación, esta es tu casa”. Me siento en la cama y por fin mis labios se mueven. “gracias”, susurro y mis pestañas abren paso a las lágrimas. Miles y miles. Carlos ya no está, no siento sus caricias, no siento sus besos, no siento sus golpes...
Aún es de noche y ella me espera en la puerta. Me abraza, me ayuda a coger la bolsa y me limpia las lágrimas con su camiseta. Es guapa, tiene los ojos claros y la sonrisa morena. Me da la mano y me abre la puerta del coche. Al doblar la esquina sale Carlos. El coche frena. Ahogo un grito con un trozo del color negro de la noche. Voces y golpes en el cristal. Empiezo a temblar. Intento bajarme para que él no siga llorando y entonces ella me sujeta fuerte y acerca su boca a mi mano. Me besa y me mira. Me veo en sus pupilas. Son verdes y no hay miedo, me baño en su iris y aún mojada salgo al exterior. Miro a Carlos con angustia. Está pegado a la ventana y llora. Su agua inunda mi fragilidad. Me ama, eso dice. Me cuidará toda la vida. Se matará si me voy. Lo creo pero no puedo moverme del asiento. Sigo aferrada a mis sueños apiñados en la bolsa de basura y no quiero dejar de coger la mano de ella. ¡Acelera!, grita su voz y el coche avanza mientras pisa los gritos de Carlos, sus promesas, sus lágrimas, su amor...Llegamos a un edificio sin color. Pequeño y aislado. No sé donde estoy. Llevo dos días viajando y no he hablado. De la bolsa solo he utilizado las bragas. Su mano me sigue guiando. “Esta es tu habitación, esta es tu casa”. Me siento en la cama y por fin mis labios se mueven. “gracias”, susurro y mis pestañas abren paso a las lágrimas. Miles y miles. Carlos ya no está, no siento sus caricias, no siento sus besos, no siento sus golpes...
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