Pato a la pekinesa
Para festejar mi cumpleaños convide a comer a mi pareja a un restaurante asiático. El local era moderno, limpio y acogedor y el menú no llegaba a los diez euros, como en la mayoría de las grasientas tascas de los alrededores. Como a las mujeres nos encantan esos pequeños detalles como las toallitas calientes y las magnificas sonrisas de los sirvientes, todos asiáticos, comencé a relajarme y a disfrutar de mi buena elección aún a sabiendas que Roberto goza más con la contundente comida ibérica. Todo iba divinamente, en un crescendo que fue coronado por el pato a la pekinesa. El pato era suntuoso, exquisito, extraordinario, alcanzando en el paladar melosidades complejas, impensables en un modesto restaurante como aquel. Hacia tiempo que no disfrutaba tanto con un almuerzo; aunque Roberto no daba muestras de apreciar las bondades ni del local, ni de la comida.
A los postres me entregó un paquetito, que nerviosamente desenvolví; contenía un fular, al verlo sólo pensé en cómo deshacerme de el.
Finalizada la ceremonia solicité la cuenta, que como es mi costumbre repasé. Advertí a la camarera que habían cargado una bebida de más, lo que esta refutó en su media lengua. Aducía con vehemencia algo incomprensible y yo, ya nerviosa, repetía una vez más mi razonamiento. Poco a poco se fue organizando un galimatías horrible donde, excepto Roberto, todo el mundo se creía en el derecho de intervenir.Salí del local en el convencimiento de haber profundizado un grado más en el pozo de mi soledad.
A los postres me entregó un paquetito, que nerviosamente desenvolví; contenía un fular, al verlo sólo pensé en cómo deshacerme de el.
Finalizada la ceremonia solicité la cuenta, que como es mi costumbre repasé. Advertí a la camarera que habían cargado una bebida de más, lo que esta refutó en su media lengua. Aducía con vehemencia algo incomprensible y yo, ya nerviosa, repetía una vez más mi razonamiento. Poco a poco se fue organizando un galimatías horrible donde, excepto Roberto, todo el mundo se creía en el derecho de intervenir.Salí del local en el convencimiento de haber profundizado un grado más en el pozo de mi soledad.
El Diletante
3 comentarios:
Que lastima , con lo bien que había empezado todo ( el foular era un detalle )
Espero que acabo mejor la jornada.
Saludos desde Málaga
Bueno, como ánimo quisiera decirte que tal vez sea mejor ignorar ciertas cosas, a mi me funciona casi siempre. espero q el resto del dia haya sido mejor =)
te cuidas!
Bueno, pues no acabo de comprenderd.
Vamos a ver, creo ue simplemente perdiste los nervios.
Te fuiste a comer con tu pareja al restaurante que elegiste tu, idel con elmenú, Te hicieron un regalito (bueno no era de tu agrado, pero era un detalle) y hubo una confusión con la camarera....
Deduzco que tu enfado fué, ue notaras ue Roberto no disfrutaba todo lo que querías, y que no se subió al corcel blanco para defenderte de la camarera....
No le des importancia, un mal dia lo tiene cualquiera...
Seguro ue la próxima vez será mejor,
Un besito, princesa.....
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