Fatídica obsesión
Belén Solesio López-Bosch
Estaba loco por esa mujer. ¡Qué morbo me daba verla llevar a sus críos al colegio por la mañana, con su chandal rosa bien ceñido! Yo hacía la ronda todos los días a la misma hora por su barrio. Ella se daba cuenta y me ponía caritas; pero cuando trataba de entrarla se hacía la dura, ¡la muy perra!
Cambié de táctica. Dejé de ser el poli bueno y empecé a acosarla. Que su chaval tiraba al suelo el papel de un caramelo. Multa. Que pisaba dos centímetros del paso de cebra al aparcar. Multa. Ella se encontraba en mi jurisdicción y ahí, a pesar de tener dos denuncias por malversación, yo era el puto amo.
No conté con el mafias de su marido. Me descerrajó dos tiros, convirtiéndome en un espectro patético. Ya sólo me queda tratar de asustarla por las noches; aunque más que miedo, doy risa.
Cambié de táctica. Dejé de ser el poli bueno y empecé a acosarla. Que su chaval tiraba al suelo el papel de un caramelo. Multa. Que pisaba dos centímetros del paso de cebra al aparcar. Multa. Ella se encontraba en mi jurisdicción y ahí, a pesar de tener dos denuncias por malversación, yo era el puto amo.
No conté con el mafias de su marido. Me descerrajó dos tiros, convirtiéndome en un espectro patético. Ya sólo me queda tratar de asustarla por las noches; aunque más que miedo, doy risa.
1 comentario:
Me ha gustado especialmente esa última frase.
Enhorabuena, y también me alegro de compartir contigo este libro tan desvanero.
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