Yolanda Sáenz de Tejada (Seleccionado Acumán 2005)
El culo de Olvido era perfecto y ella lo sabía… Al principio, antes de la hermosura, todo era asqueroso. En aquel pueblo no tenía amigos; todos rechazaban su cuerpo y Olvido se ahogaba entre la desidia. Con 15 años y de madrugada, Olvido dejó su pueblo y su sombra. Los enterró a ambos en el silencio más absoluto y echó leña al futuro para que prendiera pronto…
Una mañana de julio, muchos años antes de la desgracia, Olvido me pidió un libro de psicología positiva que había visto en mi estudio. Era muy joven pero descubrió que el optimismo es la savia de la felicidad. Desde ese día, se dedicó a buscar el origen de su distancia con el mundo, el fundamento esencial que le obligaba a vomitar sentimientos de odio hacia los demás. Desde aquel instante de luz, Olvido cambió su rumbo y decidió reinventar su vida…
Cuando llegué a Madrid, aquel verano de su boda, ella tenía 22 años. Frente a un whisky y alucinado aún por la situación trágica que siguió a la fiesta, la camarera del bar donde trabajaba, me contó su vida:
Olvido apareció en Madrid con la grasa pegada en la carne, con la vista nublada de sueños y con el miedo pintado en los pies. Llegó tan cargada de miseria que a ella se le contagió su sonrisa simple y la amó… Al cumplir los 17, era la chica más guapa del barrio y a los 18 fue miss Vallecas. Trabajaba de camarera en ese bar. Todas las noches ligaba y ella, coqueta y caliente, aprovechaba cualquier manoseo verbal y físico. Siempre, antes del coito, sus lágrimas afiladas le impedían continuar. Avergonzada por su reacción, al día siguiente ignoraba a los jóvenes que volvían una y otra vez a tocarla babosos y a sentir esa piel cálida y cercana.
Hasta que apareció Raúl. Su marido.
Todo fue rápido y pasional. Tan real y vertiginoso que Olvido perdió el blanco de su voz. Solo le hizo cumplir una promesa: "sería virgen hasta el día de la boda". Durante seis meses se besaron en las esquinas mientras ella descubría el coito anal; durante seis meses prepararon la boda con ansiedad casi enfermiza. Y en una noche, la noche de bodas, él se suicidó…
Y es que alguien tenía que haberle dicho a Raúl que Olvido, antes de salir de su pueblo, se llamaba Marcos...
Una mañana de julio, muchos años antes de la desgracia, Olvido me pidió un libro de psicología positiva que había visto en mi estudio. Era muy joven pero descubrió que el optimismo es la savia de la felicidad. Desde ese día, se dedicó a buscar el origen de su distancia con el mundo, el fundamento esencial que le obligaba a vomitar sentimientos de odio hacia los demás. Desde aquel instante de luz, Olvido cambió su rumbo y decidió reinventar su vida…
Cuando llegué a Madrid, aquel verano de su boda, ella tenía 22 años. Frente a un whisky y alucinado aún por la situación trágica que siguió a la fiesta, la camarera del bar donde trabajaba, me contó su vida:
Olvido apareció en Madrid con la grasa pegada en la carne, con la vista nublada de sueños y con el miedo pintado en los pies. Llegó tan cargada de miseria que a ella se le contagió su sonrisa simple y la amó… Al cumplir los 17, era la chica más guapa del barrio y a los 18 fue miss Vallecas. Trabajaba de camarera en ese bar. Todas las noches ligaba y ella, coqueta y caliente, aprovechaba cualquier manoseo verbal y físico. Siempre, antes del coito, sus lágrimas afiladas le impedían continuar. Avergonzada por su reacción, al día siguiente ignoraba a los jóvenes que volvían una y otra vez a tocarla babosos y a sentir esa piel cálida y cercana.
Hasta que apareció Raúl. Su marido.
Todo fue rápido y pasional. Tan real y vertiginoso que Olvido perdió el blanco de su voz. Solo le hizo cumplir una promesa: "sería virgen hasta el día de la boda". Durante seis meses se besaron en las esquinas mientras ella descubría el coito anal; durante seis meses prepararon la boda con ansiedad casi enfermiza. Y en una noche, la noche de bodas, él se suicidó…
Y es que alguien tenía que haberle dicho a Raúl que Olvido, antes de salir de su pueblo, se llamaba Marcos...
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